Leyendas del Carchi
El Ángel-Espejo-Carchi
El temblor
Don
Miguel, ya de viejo, se había vuelto tan especial como esas tardes de feos ventarrones
y aguaceros. Estaba flaco, solo huesos, ojos hundidos, los pómulos al aire y el
mentón caído para e suelo. Parecía, de perfil, el desplomado espinazo de un gallinazo
enfermo.-
Pero solo es de costumbre, carajo!... No va a creer que es por mal comer o por
pendejo…. – decía mojándose los labios para que no le broten con feos
resoplidos las palabras.Era
un buen madrugador. Aun ates de que el sol lo sorprendiera con sus dedos de luz
metiéndose por entre las rendijas del techo de paja de la casa, ya estaba
parado en el umbral de la puerta de calle, barriendo con los ojos el frente de
la plaza.Vivía
en unas viejas mediaguas de bareques sin pulir. Era un hábil platero. Acuñaba con
éxito, en secreto, monedas de metal para hacerlas circular en el mercado.-Es
que ese es mi oficio - decía despacio - De eso vivo.Pulsaba
la guitarra con un gracioso esmero bullanguero y con os ojos cerrados y la
garganta tensa como un bombo, cantaba a la luz de luna, en las noches de
helada: “Con claridad lejana / de tardes enlutadas / brillaba en mi recuerdo /
los ojos que me amaron”.Cuando
se las pegaba con algún trasnochado vecino de la plaza, filosofaba largo, él
sol, sin darse cuenta ni escucharse así mismo lo que hablaba, mientras que el
otro, con dulce mirada de manso buey de arada, lo examinaba atento, cabeceando,
hasta que ya rendido, tal como estaba sentado se quedo dormido.Nunca
lo vieron persignarse, ni dar limosna, ni salir a misa los domingos. -Y para qué- decía- si el miguel no
cree en pendejadas.Pero,
así mismo, cuando se emborrachaba, se plantaba como toro en media plaza, con
las piernas abiertas, la camisa colgada para el viento media vara y afirmándose
al piso con los tacos de palo, levantado a todo el barrio con sus gritos.-
¡ Viva el diablo¡
-
¡ Viva el diablo, carajo¡
-
¡Me cago en esas viatas¡
Era
costumbre de Don Miguel encender, cada fin de semana, con sarta de cohetes una
basura de escándalos mayores en la plaza.Una
madrugada el volcán Cotacachi vomito, piedras, lava, ceniza y llamaradas. Acá,
en el pueblo, se sintió el terremoto como fea emboscada por la espalda. No dio
tiempo, el sacudón, para ganar la calle. Las puertas se habían remachado con
las trancas. Las casas se daban de codazos en necio afán de mantenerse en pie en
pleno sobresalto. Las campanas de la vieja capilla habían repicado solas, con
un tono de ayes. En Ingüeza la tierra había desayunándose unas tantas cabezas
de ganado. Mientras tanto, don Miguel, a tientas en el cuarto, sólo había alcanzado
a ponerse las botas y el sombrero. Ante otra violenta remezón se abrió, como un
brazo, la pared de bahareque de la casa. Entonces don Miguel saltó a la calle.
Afuera, solo en paños menores, con botas y sombrero, se arrodilló en la plaza y
con las manos juntas, estiradas así el cielo, en angustiosa súplica imploró a
gritos hasta donde le daba la voz:-¡Sálvame
Señor!.... ¡Favoréceme!.... ¡San Miguel Arcángel, patrono de este pueblo, cúbreme
con tu mano!... ¡A esos otros, a esos malos, mándales tu furor, tu ira, tu
castigo y arrójalos a la paila más grande del infierno! –Luego de una pausa
continuó –Yo que te hey hecho Señor….La
tierra seguía tiritando como acosada por un mal desconocido. En eso, una vieja que veía de cerca a
don Miguel golpeándose el pecho con el puño cerrado y gritando a toda voz:
Padre, Hijo y Espíritu Santo…. Padre, Hijo y Espíritu Santo…. Se acerco por detrás,
lo asió del hombro con las manos, lo sacudió con fuerza y apegándose al oído le
dijo:-
¡Ve!...¡Haber ahora grita viva el
diablo!
Don
Miguel la miro con ojos llorosos y se quedo allí, en media plaza, como un santo
varón tendido en la calzada.-Vieja
tal y cual… ni que fuera con ella- dijo, finalmente, sonándose con los dedos lodosos
la nariz.
Colección Rumichaca-Pumamaque_Poemas y leyendas de nuestra tierra
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